JÛNANSHIN, El Espíritu del principiante.

JÛNANSHIN 柔軟心


Cuando alguien se interesa por las artes marciales tradicionales japonesas necesita una cualidad indispensable, que si la tiene le ofrecerá la posibilidad de tener un camino de éxitos en este aprendizaje. Me refiero al concepto que en japonés se conoce como Jûnanshin o Nyunanshin, que se puede traducir (1) como “Espíritu moldeable” o “Flexibilidad del espíritu”, en otras palabras la capacidad de adaptarse espiritual y mentalmente a la práctica marcial.

Las artes marciales tradicionales tiene una naturaleza que no puede descifrar un neófito, los elementos necesarios para entenderlas solo se obtienen con la práctica. Obstinarse en un camino fijado antes de la práctica y no tener la posibilidad de flexibilizar los convencimientos previos para poder cambiar las direcciones que el Budô muestra en según que estadio comporta una falta de acomodamiento que no facilitará la evolución en la práctica de las artes marciales.

Jûnanshin es un principio que se tiene que conseguir o tener la voluntad de adquirir desde el inicio de la práctica de las artes marciales, no tan solo es necesario sino que es primordial. Para conseguir tener un espíritu moldeable o con la capacidad de evolucionar positivamente es preciso poseer una actitud con los siguientes cuatro factores:

Humildad.
Disponibilidad.
Confianza.
Paciencia.

a. Humildad (謙虚, kenkyo). Es un grave error iniciarse en la práctica de las artes marciales sin un grado importante de humildad. Los interesados que llegan a la escuela y desde un principio se creen que tiene más aptitudes que los otros, incluso más que los grados directamente superiores, no tan solo se equivocan sino que también incurren en el autoengaño. El orgullo puede provocar que se esconda los fallos uno mismo, la justificación de los errores a base de falsos argumentos o la creencia de ser mejor que los otros es un freno a la evolución. Un lema a tener en cuenta para escapar del orgullo puede ser: “Me falta mucho trabajo para superarme a mi mismo”.

b. Disponibilidad (自由裁量. jiyûsairyô). El practicante antes de empezar a introducirse en una disciplina tradicional tiene que hacer una planificación de su vida. Otorgar una cantidad mínima de tiempo, casi testimonial, no es muy inteligente sería mejor que olvidara la práctica de las artes marciales tradicionales. La disponibilidad óptima es aquella que se cuantifica con dos o tres días a la semana, igualmente ha de estar dispuesto a ocupar algunos fines de semana en cursos y seminarios dedicados a la práctica marcial. Así como tiempo necesario para la lectura de textos que ayudaran a fortalecer las bases teóricas de su disciplina.

c. Confianza (信頼, shinrai). Si alguien no tiene plena confianza en el maestro, la disciplina y/o el método, pierde el tiempo, o cambia de actitud o no podrá avanzar en la disciplina. Juzgar negativamente las técnicas antes de practicarlas, antes de conocerlas en su totalidad y entenderlas totalmente, conduce a una perdida innecesaria de tiempo. Bloquearse previa y voluntariamente porque la técnica no es del todo efectiva, práctica o no está a su alcance, es una falta de confianza al maestro y a la disciplina, que el mismo practicante ha escogido libremente. La confianza con el maestro es una pieza muy importante en las artes marciales tradicionales.

d. Paciencia (忍耐, nintai). La paciencia es uno de los elementos primordiales. Aquel interesado que pone un vencimiento a su practica de las artes marciales ya puede tener el fracaso como el objetivo más inmediato. Es necesario vencer la impaciencia, aprender a caminar antes de correr, no buscar resultados rápidos pues como más se quiera que los resultados positivos lleguen con rapidez más perderemos el tiempo, se ha de moldear el espíritu en la forma necesaria para evolucionar en la velocidad propia de las artes marciales tradicionales, no en la velocidad que nuestro deseo imponga. El budô o el Kobudô se practican sin prisas pero sin pausas. Se ha de concentrar la atención en el momento actual, no soñar en el futuro que se desconoce, a pesar que se puede entrever en la realidad de los grados superiores, tampoco se puede permitir que el pasado se convierta en unas grandes alforjas. Como marca la filosofía Zen, la cual impregna en un grado considerable las artes marciales japonesas, el practicante de estas ha de centrarse en “Ichi go ichi e” (一期一会), en el aquí y ahora, practicar las técnicas en cada momento con toda la intensidad y con todas nuestras capacidades.


Quiero finalizar esta columna con unas palabras del maestro Yoshio Sugino: “El espíritu verdadero de las artes marciales supone la disponibilidad, la simplicidad y también la humildad”.





(1) Jûnan, flexible y shin, espíritu.

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